lunes, 30 de noviembre de 2009
Xavi Silvia Barcelona
He vuelto agotada de un viaje express a Barcelona donde, después de trabajar, he trabajado, trabajado y trabajado. Lo que significa que el disfrutar de una de mis ciudades preferidas lo tendré que dejar para otra ocasión.
Sin embargo, el sábado por la noche tuve la suerte de tener la compañía de una de las personas a las que más aprecio tengo. Nuestra relación siempre ha sido rara pero, en mi opinión, intensa. Es como una de esas cosas que empiezan sin querer, en mitad de un caos en el que todo tiembla y se tambalea por momentos y que los cuerdos dudamos que se pueda obtener algo. Pero en esta ocasión sucedió y después de más de cinco años en el que nos hemos ausentado ambos pero luego siempre hemos vuelto, puedo decir que me siento afortunada de tenerle como amigo.
Porque él es encantador, y el tiempo a su lado pasa rápido, porque en seguida te hace sentir que junto a él estás como en casa. No hay problemas en confesarle esas cosas que no confesarías a nadie, porque se sabe que él lo comprenderá y lo aceptará. Jamás te juzgará por nada, aunque de vez en cuando suelte algún trapo sucio del pasado medio en broma medio en serio... Pero se le ve que no tiene rencor, excepto por todos los que piensa que le cohiben sobre sus ideas nacionalistas... ¡Vaya tela! Pero ¿quién soy yo para juzgarle? En mi situación, estoy en desventaja...
En cualquier caso, este post (corto, lo sé, y bastante alejado de la temática habitual del blog) es para él, porque se lo merece de todas todas
Yo, por mi parte, me prometo disfrutar más de su amistad y de su compañía. El sábado comentamos que nunca se sabía lo que se tenía hasta que se perdía, y yo no le perderé.
Barcelona en moto es estupendo.
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