lunes, 30 de noviembre de 2009

Xavi Silvia Barcelona


He vuelto agotada de un viaje express a Barcelona donde, después de trabajar, he trabajado, trabajado y trabajado. Lo que significa que el disfrutar de una de mis ciudades preferidas lo tendré que dejar para otra ocasión.
Sin embargo, el sábado por la noche tuve la suerte de tener la compañía de una de las personas a las que más aprecio tengo. Nuestra relación siempre ha sido rara pero, en mi opinión, intensa. Es como una de esas cosas que empiezan sin querer, en mitad de un caos en el que todo tiembla y se tambalea por momentos y que los cuerdos dudamos que se pueda obtener algo. Pero en esta ocasión sucedió y después de más de cinco años en el que nos hemos ausentado ambos pero luego siempre hemos vuelto, puedo decir que me siento afortunada de tenerle como amigo.
Porque él es encantador, y el tiempo a su lado pasa rápido, porque en seguida te hace sentir que junto a él estás como en casa. No hay problemas en confesarle esas cosas que no confesarías a nadie, porque se sabe que él lo comprenderá y lo aceptará. Jamás te juzgará por nada, aunque de vez en cuando suelte algún trapo sucio del pasado medio en broma medio en serio... Pero se le ve que no tiene rencor, excepto por todos los que piensa que le cohiben sobre sus ideas nacionalistas... ¡Vaya tela! Pero ¿quién soy yo para juzgarle? En mi situación, estoy en desventaja...
En cualquier caso, este post (corto, lo sé, y bastante alejado de la temática habitual del blog) es para él, porque se lo merece de todas todas
Yo, por mi parte, me prometo disfrutar más de su amistad y de su compañía. El sábado comentamos que nunca se sabía lo que se tenía hasta que se perdía, y yo no le perderé.

Barcelona en moto es estupendo.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Italia. Segunda Parte.


Sandra Buxaderas titula hoy en Público: “Berlusconi ¿imputado por mafioso?” Creo que tal juicio no le extrañaría a nadie. Es más, creo que lo que se pregunta la gente es cómo no ha sido llamado a declarar mucho antes...
Desde que el político milanés entrara en el poder, Italia ha ido a pique. El arte, la pasta y el calcio ha quedado posicionados en un segundo puesto y el protagonismo absoluto ha sido ocupado por su extravagante Primer Ministro, que cuando consigue sacar de Málaga a los italianos, les mete en Malagón.
Pero esta no será la primera vez que los mafiosos le apuntan directamente con el dedo, lo de la posible relación de Berlusconi con la Cosa Nostra (el clan siciliano más romántico del mundo) es ya un secreto a voces. Sin embargo, el mejor secreto de Silvio (aparte de sus truquitos de belleza) es a negarlo todo y crear un mundo paralelo en el que hasta él mismo se autoconvence que es una emboscada, que tras dichas acusaciones hay una mano negra que quiere destruírle. En mi opinión, cuando el río suena agua lleva y más tratándose de Berlusconi y de Italia, que no levanta cabeza... Porque el problema va más allá de la honradez de un empresario milanés a la cima del poder. La cuestión alcanza un nivel social, una cuestión de principios y valores.
Desde que Italia se convirtiera en Estado Democrático, pocas veces ha respirado un clima político de verdadera tranquilidad. Primero con Andreotti y luego con Berlusconi, con un intermedio de por medio de Prodi, que resultó ser más bien un parche que una solución. Porque para los antiguos fundadores parece haber, sinceramente, pocas salidas. Ojalá se les aparezca la Vírgen esa en la que tanto creen (y a la que tanto sueldo pagan) y esta vez sí que lo metan en la cárcel, ahora que se le denegó la opción que él mismo propuso de resultar inmune ante la justicia. ¡No se piensen que Berlusconi es tonto! Y,debió pensar, que más valía prevenir que curar...
En cualquier caso, creo que con Italia deberíamos de hacernos una pregunta similar a la que nos hacemos con Cuba: ¿y después de Berlusconi, qué? Después de Berlusconi la nada... Porque ya vimos los resultados que tuvo Veltroni en las últimas elecciones. Hasta que la izquierda italiana no consiga unirse, la división de partidos en el bando debilitan aún más la enfermedad democrática del país. Por lo tanto, la única solución posible, por ahora, es que Tiziano Ferro o Eros Ramazzotti se presenten como candidatos. Total, la imagen pública exterior del país ya no puede ser peor. Berlusconi ha dejado un nivel muy alto.

Sencillez y austeridad


A pesar de ser socialista (¿declarada? ¿o en negro?), el pasado domingo no consideré el congreso del PSOE en Madrid como la noticia del día, sino las declaraciones posteriores de los representantes del PP acerca de tal acto. Me pareció bastante cómico el hecho de que acusaran al Gobierno de “exceso” por la manera en que organizaron el evento... Quizá tenga razón pero precisamente ellos son los menos apropiados para acusar con el dedo cuando se trata de cuestiones de exageraciones.
Habrían podido hacerlo si el fin de semana antes en vez de celebrar su reunión de partido en uno de los hoteles más modernos de Barcelona lo hubieran hecho en la Pensión Loli de las Ramblas, o si en vez de organizar macro comilonas con servicio de catering, se hubeiran ido a tomar cuatro tapas al Borne. Pero no fue así. Aunque bueno, por suerte el Partido Popular pagó un día menos de alojamiento a Francisco Camps que en la jornada del domingo regresó a Valencia. Y es que, como presidente de esta comunidad, tiene compromisos irrefutables que nada tienen que ver con la ufanación del exceso. Tuvo que bajarse los pantalones (¡qué horror, pensándolo fríamente!) y hacerle de chófer a Fernando Alonso conduciendo un Ferrari... Menos mal que contaba con la presencia inestimable de una gran dama como es Rita Barberá, que seguramente se usó como contrafuerte para dividir en dos la actividad cerebrar del público masculino que presenciara dicha escena. Si obviamos todo lo relativo al Caso Gurtel, aquel momento de Camps con el Ferrari podría resultar incluso simpático...
Pero sigamos con los casos de llaneza y moderación de los que el PP hace gala en repetidas ocasiones. Pongámos ahora como ejemplo a la señorita Esperanza Aguirre, que hace algunos años declaró que compraba en Zara y H&M... (necesito un momento para respirar profundo, ya que no quiero empezar a escupir sapos y culebras por la boca) Esto parece ser un signo de austeridad para Barby Presi si obviara que los jóvenes de la Comunidad tenemos que renunciar bastante a menudo a llenar nuestro fondo de armario si queremos comprar el cada vez más caro Abono Transporte. Pero, además, ¿por qué resultaría austero el comprar ropa donde lo hace la mayoría de la población española? Teniéndo en cuenta que su sueldo es de 9000 euros al mes frente a los 215 euros que cobran mis compañeros becarios en Telecinco, se puede comprobar que sí, que efectivamente la Presidenta y mis colegas están en la misma situación de continencia. ¡Pobrecitos! Pero bueno, por fortuna, Espe tiene la suerte de que le han hecho una parada de Metro en la puerta de su casa. Así podrá dormir quince minutitos más todas las mañanas antes de dirigirse a la Puerta del Sol, mientras que los demás tenemos que acortar dos horas de nuestro sueño para combinar Cercanías, Metro y Autobús para llegar a la universidad o a nuestro lugar de trabajo. Y (¡atención!) se rumorea que en los próximos años la red de Metro de Madrid (vuela...) será tan, tan, tan amplia que Esperanza tendrá la parada directamente en el salón de su casa... Con lo perezosos que son los peperos, no me quiero ni imaginar con qué pelos se presentará esta mujer a los Desayunos de Telemadrid.
Pero, volviendo al tema de las críticas, lo mejor fue ver cómo Ignacio Fernández Toxo aparecía en calle Génova para criticar la ‘puesta de largo’ del PSOE del pasado domingo. Su cara era todo un poema: ¡pobrecito, parecía que era Miércoles de Ceniza y acababa de enterrar la sardinita!
En fin... Que si esto de las críticas me agota incluso a mí, que me lo ponen fácil, no entiendo como en estos seis años los del PP siguen teniendo fuerzas para acribillar al Gobierno. Aunque bueno, igual el truco está en verlo como un trabajo... Ya se sabe que no hay nada más humilde como ganarse el pan cada día...

martes, 24 de noviembre de 2009

¿Quién mató, entonces, a Mino Pecorelli?


Mino Pecorelli es un perfecto ejemplo de que, casi siempre, es el pez grande el que se come al pez pequeño. A excepción del caso Watergate, pocas han sido las ocasiones en las que un periodista ha vencido la batalla a los políticos, pero no por ello los informadores han dejado de arriesgar sus vidas para denunciar ante la opinión pública aquellas cosas que los Gobiernos esconden bajo la mesa.

A Giulio Andreotti se le considera símbolo del Estado italiano de los últimos cincuenta años. Sin embargo, en 1999, cuando Silvio Berlusconi ya había tomado el relevo político y Andreotti ocupaba un cómodo puesto como senador vitalicio, la justicia italiana llamó a su puerta. Entre otras cosas, se le acusaba haber ordenado a la mafia el asesinato de Mino Pecorelli, periodista fundador de la revista Osservatorio Politico.
Pecorelli se hizo famoso por sus denuncias políticas a través de artículos que iba publicando con carácter semanal en su revista. Así, especial importancia cobra su investigación en el Caso Moro. Mino Pecorelli llegó a publicar información directa sobre dónde se encontraba el nicho en el que Aldo Moro estaba secuestrado, pero el Gobierno de Andreotti jamás intentó su liberación. La fuente de sus informaciones eran alguien llamado “generale Amen”, nombre tras el que muchos creen que se escondió el general Carlo Alberto Dalla Chiesa que, sorprendentemente, sería destituido de su cargo poco meses después del asesinato de Aldo Moro en marzo de 1978.
Se dice que el tiempo en el que Aldo Moro estuvo encerrado, éste mantuvo una estrecha relación con Pecorelli a través de una serie de cartas que posteriormente serían destruidas. De esta manera, Moro confesaba a Pecorelli que el Primer Ministro habría cobrado una serie de comisiones ilegales, presuntamente provenientes de la mafia siciliana. Estos datos serían confirmados en 1993 por Tommaso Buscetta, histórico mafioso ya fallecido, que admitía que su clan había pagado grandes cantidades de liras al Gobierno de Andreotti a cambio de que éstos hicieran la vista gorda.
Mino Pecorelli amenazó a Andreotti con la publicación de un reportaje en el que aparecían datos claros acerca de estas más que estrechas relaciones con la mafia. Así, en marzo de 1978 Pecorelli sería encontrado muerto por cuatro disparos en el barrio romano de Patri, donde se encontraba la redacción de Osservatorio Politico.
Nadie más hablaría del caso hasta que Buscetta admitiera también en sus únicas y últimas declaraciones mediáticas que su clan había asesinado a Pecorelli para hacer un favor a Andreotti.
El caso estuvo archivado durante veinte años. Fue sólo en 1999 cuando el Tribunal de Justicia italiano decidiera sentar en el banquillo a Andreotti acusándolo de pertenencia a grupo terrorista y de haber instigado la muerte del periodista. Tras un largo juicio, Giulio Andreotti fue absuelto.
Muy probablemente, ya nadie volverá a hablar de los casos de corrupción más famosos de Italia, acontecidos durante las siete legislaturas que Il Divo estuvo a la cabeza del poder. Quizá volverán a pasar otros veinte años hasta que alguien vuelva a hablar de Pecorelli o, igual, ya no se hablará nunca. De lo que no cabe duda es que son pocas las ocasiones en el que el pez pequeño se come al grande, pero eso no quita mérito a Pecorelli que, como buen periodista, intentó gritar lo que todos cuchicheaban pero nadie se atrevía a decir.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Pian Piano


El ritmo de vida Posmodernista hace que bastante habitualmente pasen desapercividos los realmente placeres de la vida, que no son más que aquellas cosas pequeñas que hacemos por placer y no por obligación.
¿Dónde han quedado aquellos días en que éramos pequeños y desayunábamos mientras veíamos los dibujos por la tele? ¿O las tardes en las que merendábamos leche con galletas Cuétara organizándolas según los dibujos? A mi edad, me parecen días ya lejanos... Es triste admitirlo, pero hace tiempo que dejé de dedicarle tiempo al disfrute de las cosas exiguas y me vendí a las preocupaciones del día a día: de la planificación del estudio, de los ritmos del trabajo, de la cordinación embrage-acelerador, de los precios en el supermercado,... Regalé, en cierta medida, mi espíritu crítico a los grandes problemas trascendentales olvidándome de cuestiones nímias que, en realidad, pondrían la guinda al pastel.
Mucha gente piensa que el Ser Humano no cambia con el paso de los años, sino que se modifica. Yo no sé, sinceramente, si he cambiado o no pero lo que puedo afirmar con total sinceridad es que, en parte, mi capacidad de asombro se ha convertido en indignación, resignación y desencanto. Es triste que los años te enseñen que la cualidad se esconde en el equilibrio, en la relatividad. Parece indispensable que seamos respetuosos, tolerantes. Pero, desgraciadamente, esa misma tolerancia es la que nos lleva a cruzarnos de brazos y no hacer absolutamente nada. Ni como individuos ni como seres sociales. ¿Cuál es, entonces, el camino a seguir si en la Postmodernidad no hay más que contradicciones? Supongo que el camino ideal sería el ser justo con uno mismo pero si seguimos a Ortega y recordamos aquello del “yo soy yo y mis circunstancias” ¿cómo narices haremos prevalecer nuestras ideas por encima de los intereses globales?
Es triste admitir que al hacernos mayores nos convertimos en estructura, en un simple número de un entramado social en la que sólo tomamos cierta relevancia cuando nos necesitan. El resto del tiempo es mejor no llamar la atención.
Recuerdo la primera vez que mi padre me llevó a la Gran Vía. Aún tengo en la mente grabada la sensación que tuve cuando, al salir de la boca de Metro, vi todos aquellos edificios, gigantes ante mí, que parecía que en un momento u otro me aplastarían. Miré a mi padre y me sonrió (estoy convencida de que él siempre ha tenido la capacidad para leer mis pensamientos, incluso ahora). Aquello representaba un mundo inexplorado para mí, un mundo colosal, casi amenazante, que me invitaba a hacerme mayor rápidamente para poder explorarlo por mí misma. Ahora, muchos años después, cuando paso por la Gran Vía aquella sensación ha quedado reducida a una simple reminiscencia, y lo que antes me transmitía mundo, ahora me trasmite globalización. Y esa globalización me hace volver a querer ser pequeña, en la misma proporción que la inconsciencia de hace años me hizo querer ser mayor.
No soy de las de “tiempo pasado fue mejor”. Creo que son falsos romanticísmos que consuelan a los que pasan (y quieren hacerlo) por su vida de puntillas... Pero, de lo que no cabe duda, es que la ignorancia, la inocencia, la ingenuidad infantil, nos hace ser mucho más felices. Por lo menos en mi caso.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Pensar


No sería ninguna novedad hablar de la importancia que tienen los medios de comunicación en el siglo XXI. Dicen que constituye el tercer poder, por debajo del económico y el político aunque yo, permitidme que os diga, creo que la prensa podría desbancar a lo segundo sin demasiado esfuerzo.
Tras la Segunda Revolución Industrial comienza la sociedad de masas lo que supondrá un cambio bestial para el mundo, sobre todo para las potencias europeas que, poco a poco, irán perdiendo perdiendo su hegemogía en la bola para cederle el puesto a un país emergente, potente y fuerte, como serán los recién configurados (apenas veinte años antes) Estados Unidos. Esta Revolución aportará dos cosas clave: por un lado, la economía capitalista como estructura social y por otro (y como se ha dicho) la importancia en el concepto de lo masivo: millones de consumidores, votantes, lectores,... Por lo tanto, los antiguos sistemas de mercado casi feudal, reduccionista o elitísta sufrirán mutaciones que afectarán a todos los ámbitos de la vida cotidiana. Nunca antes el individualismo había jugado un papel tan importante; nunca antes (ni siquiera para la mentalidad avanzada de franceses o ingleses) se habían anticipado esquemas que materializarían tan bien las doctrinas liberalistas.
Los medios de comunicación también aplican este sistema para sus modelos de negocio. En Estados Unidos los periódicos comenzarán a convertirse en un elemento fundamental en el orden social y en grandes empresas que aportan importantes beneficios. Es decir, se industrializan y servirán de argumento aglutinador y homogeneizador de las estructuras estatales. La máxima representación de esto será el New Journalisme. El poder que cobra este tipo de prensa para los norteamericanos es tan grande que peude resultar, casi casi, inimaginable. La práctica profesional de dichos medios sobrepasa los límites hasta entonces conocidos, capaz, incluso, de utilizar la guerra como estímulo para engordar la venta de periódicos. En cifras esto podría traducirse en que la tirada aumentará un 30% cuando el tema principal sea un conflicto bélico.
Pero los medios no serán, a partir de ahora, solamente un vehículo capaz de justificar una intervención militar sino que, incluso por sus dimensiones, son cualificados para crearla. Como, por ejemplo, la guerra Hispano-Americana, que los historiadores la denominan como la primera guerra mediática en la historia de la comunicación social.
Es bastante habitual escuchar el término “guerra paralela” haciendo referencia a dicha cruzada mediática temporal a las bombas, los disparos y las muertes. Sin embargo yo me pregunto: ¿no serán precisamente esas bombas, los disparos y las muertes lo paralelo? ¿Si el periodísmo fue capaz de acabar con Nixon, cómo no va a ser capaz de provocar un alzamiento?
Normalmente la gente relaciona estudiar periodismo con la capacidad para escribir o, mejor dicho, para manipular. Apuntaría, antes de seguir, que yo soy del parecer que la redacción siempre implica la subjetividad y ésta, inevitablemente, lleva intrínseca cierto grado de manipulación. Pero, sin embargo, yo creo que la lección más importante con la que los periodistas salimos de la universidad es la capacidad para no ser manipulados. Y es una lección vital, mucho más importante que resolver logarismos o saber qué tipo de material es capaz de soportar un edificio de cuatro plantas. El periodísmo, en tiempos modernos, cobra una importancia únicamente equiparable a la medicina. Porque el único modo de ser críticos (teniendo en cuenta que los medios de comunicación marcan la agencia seeting y ésta la actualidad ciudadana), de ser verdaderamente inteligentes, es el pensar por nosotros mismos. El hecho de utilizar las noticias como esquema referente para sacar nuestras propias conclusiones. Porque si creemos todo y sólo lo que nos dicen, si nos limitamos a asentir como borregos, corremos el riesgo de que se manipule nuestra ideología, que se firmen guerras en nuestro nombre.
En palabras de Unamuno “Siente el pensamiento, piensa el sentimiento. Pensar es como vivir dos veces”.

Culpables


Zapatero, dicen, es el tumor de España. Desde que llegara al poder ha sido el saco en el que han golpeado unos y otros para entrenarse políticamente. Pero, como pasa casi siempre, el problema aquí no es la crítica sino el hacerla de manera gratuíta y sin habernos mirado antes al espejo.
Desde su legislatura, Zapatero ha tenído la culpa, incluso, de la inestabilidad climatológica que aflora en el país. No sé cómo este hombre lo aguanta porque ha llegado un momento en el que se le crucificaba porque su mujer (“tan roja como él”) hacía teatro y sus hijas, adolescentes, no vestían según los cánones estéticos de los peperos españoles.
Sin embargo, el problema de todas estas críticas es que muchas nacen de la ignorancia y de obviar la teoría del causa y efecto. Es decir, que todo pasa por algo. ¿Por qué España, dicen, es uno de los países que más ha sufrido la crisis y ésta se ha materializado, especialmente, en el campo de la construcción? Sinceramente, creo que al Gobierno de Zapatero sólo le ha tocado asistir a las consecuencias de determinados chapuzas que el PP abrigó mientras fue su turno.
Viene a cuento recoger unas declaraciones que Mariano Rajoy hizo cuando era mano derecha de Aznar y su Gobierno fascista: “hay ayuntamientos que no tienen recursos, entonces viene un promotor y dice ‘Si Usted me recalifica este terreno yo le construyo el polideportivo para el pueblo’. Y nosotros estamos a favor de la liberalización del suelo”. Estas palabras serían la causa de que se haya destapado la Caja de Pandora en cuanto a corrupción (en la que seguiré pormenorizando más adelante) y, también (lo más importante) que en tiempos de su mandato hasta un peón de obra analfabeto dejara de serlo y se convirtiera en constructor. ¿Acaso la ignorancia de los populares no les hizo ver que su Ley del Suelo – en la que dividían el suelo en tres tipos: urbano, urbanizable y no urbanizable- no sería una bomba de relojería? Porque una persona normal (ya no digo inteligente) sabe perfectamente que tras las vacas gordas vienen las vacas flacas... Pero no. Mientras ellos tuvieron el poder se esforzaron por liberalizar al máximo la economía, hasta el punto de que el operario era estúpido por levantarse todos los días para ir a trabajar de 8 a 7 de la tarde. ¿Para qué seguir con tu puesto de trabajo de toda la vida cuando podías hacerte constructor y forrarte?
Pero no sólo abrió la veda a la entrada de cualquiera al mercado del ladrillo sino que, además, el precio por comprar una casa se convirtió en algo casi surrealista. Lo que sería causa, también, de hipotecas vitalizas que en algunos casos se convertirían en herencia de padres a hijos.
Liberalizando el suelo, insisto, crearon una oferta que superaba la demanda por lo que provocaron un desequilibrio en el mercado por el que nadie se preocupó. Aznar declaró en 2008 que había dejado, como herencia, “el país más rico de la historia de España”. Según sus calculos, el florecimiento del ladrillo duraría hasta el 2028... Y los españoles, haciendo gala de nuestra ignorancia, nos lo creímos. Luego ¿qué pasó? Pues que con la venda en los ojos nos olvidamos de que una desaceleración era posible. Teníamos el antecedente del crack del 29, que cargó los Felices Años Veinte norteamericanos en tan sólo tres sesiones. Aznar, el día en que hablaron del Gran Crack, no debió de ir a la escuela...
Por lo tanto, me parece injusto que se culpabilice de la situación económica actual a Zapatero y a su Ejecutivo. Ellos se piensan que lo habrían hecho mejor ya que cuando son los responsables de gestionar una crisis, lo hacen de tal manera que los que la sufren son los más necesitados y, prácticamente, salgan ilesos los empresarios. Su modelo económico está sustentado en eso: son los empresarios los que tienen las empresas y, por lo tanto, son los que dan trabajo. Los marxistas, sin embargo, damos la vuelta a la tortilla: sin mano de obra, no podría haber empresas... ¿O acaso alguien se imagina a Alejandro Agag dándole al pico y la pala?
Para concluir (porque, justamente, este post se alargaría bastante más), no haré ningún llamamiento a la gente que aún cree que “ahora ha vuelto a ser pobre por culpa de Zapatero” para que deje de decirlo. Yo no soy ninguna profeta pero, debo adminir, que me sigue perturbando sobremanera la ignorancia. Y que, señores, a lo mejor nuestro Gobierno no es perfecto pero nuestra oposición da asco.
Dijo Aristóteles que la democracia era el Gobierno de los pobres. Pues bien, esforcémonos para que no sea el gobierno de los ricos: de la corrupción y de las liberalizaciones. Al fin y al cabo, el Estado ideal es aquel en el que los ricos son menos ricos para que los pobres puedan ser menos pobres...

sábado, 21 de noviembre de 2009

Rarezas


Ayer charlaba con un amiga sobre un chico al que le gusto. Me preguntó que si por mi parte estaba dispuesta a intentar algo con él y le dije claramente que no. Entonces ella, empezó a numerarme todas las virtudes de este tal Gonzalo (es guapo, buena persona y, encima, ¡está forrado!) y me preguntó por qué no quería darle una oportunidad. Fui bastante clara: “pues porque, sinceramente, creo que no tenemos nada en común”. Su respuesta fue aún más franca: “es que si buscas a alguien con tus mismos gustos y aficiones, no creo que encuentres a nadie”. Me hizo pensar. Me hizo creer que soy un bicho raro. ¿Acaso resulta tan atípico que me guste el cine neorrealista de Fellini, que en mis ratos libres lea a Beauvoir o a Walter Benjamin, que veranee en ciudad y no en playa, que prefiera el senderismo al aeróbic, que escuche a Yann Tiersen y aún defienda la perednidad de la ópera?
No sé, igual tiene razón... Igual quedándome en la superficie tendría más posibilidades de sobrevivir o, como mínimo, sería más feliz. Intentar ahondar en el sentido y el alma de las cosas me hace vivir en un enigma continuo, en una angustia que a veces no me deja respirar. El espíritu crítico no le funcionó bien a nadie (¿cuántos libros, a lo largo de la Historia, ardieron en la hoguera? ¡Hasta Aristóteles fue condenado a muerte, hace ya más de 2000 años!), ¿por qué me tendría que ir bien a mí?
Sin embargo, me alegra pensar que una vez, allá por el siglo XIX, proclamó la muerte de Dios, con todo lo que aquello suponía: la individualización a la que los hombres, desde entonces, estamos condenados. La individualización, en mi opinión, requiere que alcanzemos un estado cultural bastante más superior porque sólo eso asegurará nuestro éxito en la Postmodernidad. Un arma indispensable de adaptación al entorno, siguiendo los postulados de Darwin y sus discípulos. Pero, realmente, ¿el siglo XXI nos ha hecho más cultos? Creo que no, a pesar de que mi teoría esté apoyada en un binómio antónimo: Revolución Digital – Sociedad del Conocimiento. Me explico: un grupo de intelectuales hipotetizaron sobre que el hombre contemporáneo requeriría más elementos, incrementos e información para sentirse pleno. Esto, se creía (pienso, que de una forma demasiado positivista) daría lugar a una Sociedad del Conomiento, en la que todos habríamos alzando un nivel cultu-intelectual nunca antes conocido. Y fue debido a ello, sospecho, por lo que se produjo una Revolución Digital en la que gracias a progresos tecnológicos como pueden ser la Televisión o Internet accederíamos a dicho conocimiento de manera más sencilla y rápida. Sin embargo, esa rapidez como instrumento de discernimiento ha resultado un arma peligrosa, que en vez de crear a individuos más inteligentes ha creado a personas mucho más vagas. Simplemente porque esa Revolución Digital ha supuesto una monopoliazción de dicho conocimiento. Es decir: nuestra formación, ideología, actualidad,..., la reducimos a los que dichos soportes nos dicen y rara vez buscámos crear un pensamiento crítico a las cosas.
Las Revoluciones siempre han supuesto un cambio para las sociedades en las que se ha dado. La Gloriosa, la Industrial, la de Terciopelo,... , provocaron un giro de ciento ochenta grados en las realidades de la época. Sin embargo, en esta ocasión, creo que la Revolución Digital ha creado un hombre homogéneo y conformista. Hecho que me preocupa bastante teniendo en cuenta que el sistema de competitividad es mucho más alta en el mundo actual que antes. Por lo tanto, sería algo así como la pescadilla que se muerde la cola.
Pero lo peor de todo ya no es que seamos una Sociedad Cómoda, sino que lo que me hace perder los papeles es que el hecho de querer contrastar información, el hecho de ser críticos, el hecho de intentar nutrirte y crecer intelectualmente haga pensar a los demás que eres raro. Los mutantes son ellos, sin ninguna duda. Yo seguiré soltera pero por lo menos nadie me dará pesetas por duros.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Muros


Lo peor de tener un blog es tener que pensar cada día en un tema del que hablar. Y ese tema, por supuesto, debe estar a la altura, cumplir unos requisitos necesarios que se adapte a los gustos de todos y a lo que los demás esperan de ti. Sin embargo, hay veces que las reflexiones sobre la política, las estructuras, la sociedad,... , no salen. Me pregunto por qué el ser humano no estará programado para hablar de cosas importantes durante todo el día... Quizá si ‘humano’ llevara intrínseca la virtud de crear pensamientos e ideas de primer nivel, el mundo sería mucho más justo. Por ejemplo, José María Aznar no habría hablado, en su día, de que Iraq poseía armas de destrucción masiva, ni Ángel Acebes habría osado afirmar que tras el 11-M estaba ETA. Pero ya hemos comprobado (desgraciadamente, en demasiadas ocasiones) que la única particularidad que lleva intrínseca el hombre es la estupidez.
El otro día, sin ir más léjos, veía por la tele la retransmisión de los actos que conmemoraban la Caída del Muro de Berlín. Estuve muy atenta escuchando los discursos y las intervenciones de los líderes políticos asistentes, convencida de que en algún momento alguno decidiera escabullirse de la fiesta, dejara de hablar de historia para hablar de futuro. Pero me llevé una tremenda decepción al ver que ningún dirigente hizo referencia a los 20 muros que aún se alzan en el mundo para separar territorios, creyendos los responsables que cuatro piedras son capaces de acabar con los conflictos.
En España, por ejemplo, tenemos una valla que separa Ceuta y Melilla de África, intentando frenar la emigración. Al que se le ocurrió semejante chorrada es digno de estátua y conmemorar su fantástica idea con un buen mini de cerveza. También homenaje merece el que, al ver que dicho alambre no frenaba la entrada de inmigrantes a nuestro país, decidió hacerla más alta. Con dicha medida, el asunto se convertía en algo así como en un proceso de selección natural: sólo aquellos con capacidades físicas destacables, según los parámetros de la fuerza física, la altura y, quizá, algo de audacia, conseguirían entrar. Se podría iniciar, así, una especie de experimento biológico: si todos los extrapriados eran robústos y fornidos, crearíamos una raza casi perfecta al mezclarse con la sociedad española (que personifica tan memorables valores como la inteligencia, la cordura, el orgullo,...). De ésto, sin embargo, no sé por qué no hablaría nadie... Habría sido la joya que habría puesto la guinda a la sarta de desfachateces referidas a este tema. Pero Aznar, conociéndose, dijo: “a mí no me va a pillar nada desprevenido”, por eso se apuntó al Gimnasio para positivizar su mala energía en músculos (que, visto así, lo podía haber hecho antes, sobre todo antes de reunirse en las Azores con Bush para preparar y ultimar una guerra ilegal), sacrificándose al arte del culturismo. Recuerdo que antes se solía decir que el gimnasio suponía la incineración de las neuronas. Yo creo que en su caso, no vamos a perder demasiado... Aunque, bueno, personalmente me moriría de alegría viéndole en competición junto a Berlusconi. Y no me refiero en un concurso de belleza...

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Sobre arte


Hace tiempo, bastante tiempo, me enredé en una semi discursión con un profesor que me acusaba de esteta por generalizar en las descalificaciones hacia la cultura norteamericana. “Eres demasiado radical”, me dijo, “¿en qué te basas?”. Le contesté que lo hacía según el concepto de arte y entonces a él se le pusieron los ojos como platos y me dijo: “muy bien... dime, ¿qué es el arte?” Reconozco que me pilló desprevenida y no supe qué responder, yéndome por las ramas con un discurso que no tenía nada qué ver, intentando camuflar mi ignorancia.
Algo de tiempo más tarde, descubriría una frase en la obra de Schelling (que lamenté desconocer en su momento) en la que dice que el arte (y, por lo tanto, a lo que es arte) se acompaña del “sentimiento de una paz infinita”. Lo que Kant, en su Crítica del Juicio, denomina satisfacción estética.
Por supuesto que no entraré en divagaciones sobre la Teoría de la Estética (salvo petición popular, lo que no creo que ocurra) por miedo a caer en la pedantería y en la vanidad pero, sin embargo, creo que el arte se merece ser tratado con inteligencia e intelectualidad. Quiero decir: no podemos (ni debemos) confundir los productos de la Industria Cultural con el arte, porque son dos cosas completamente diferentes. El arte y, por tanto, los objetos artísticos, están sustentados en un proceso previo materializado en la idea a través de unas técnicas, un conocimiento y una investigación precedente. Este esquema de desarrollo podría dar lugar (y digo podría porque aquí es dónde reside la subjetividad del arte, en el receptor) a un objeto artístico. Pero no quiero que alguien se pueda confundir pensando que lo que “no nos gusta”, por tanto, deja de ser arte. Explicaré esto basándome en un ejemplo muy sencillo: tuve un novio que delante de un cuadro de Miró (por el que no me siento especialmente atraía) me dijo: “¿y esto es arte? ¡Esto lo hago yo!” Bien, él en ese momento confundió unas cuantas cosas. En primer lugar, confundió Objeto Artístico con Proceso Artístico (que, a grandes rasgos, podría resumirse en que obvió los aspectos que Miró previamente había analizado y que le llevaron a expresarse de esa manera) y, a la vez, confundió Juicio con Idea (juicio, como dije antes, implica subjetividad porque corresponde al receptor, mientras que Idea implica objetividad, ya que es la base de la que parte el trabajo artístico). Haber leído a Kant no le habría venido mal.
Como Producto Cultural podría entenderse a aquel fundamentado en otro tipo de estudios: los estudios de mercado. Nace con el capitalismo, con la producción en cadena. Y este nuevo modelo económico tiene como denominador común para todo el sistema productivo y de consumo la ley de la Oferta y la Demanda (que, como anécdota, diré que es la única hipótesis que en las ciencias sociales ha alcanzado el rango de ley). Así, la cultura y sus representaciones materiales entran a formar parte, también, de este paradigma de modelo de mercado. Gracias al estudio de la Demanda, se crea la Oferta (en colaboración con la capacidad de las Relaciones Públicas, la Publicidad y el Marketing para cambiar los gustos del consumidor, en lo que entraré en otro momento), lo que homogeiniza la creación cultural según un determinado target. Desaparece así, de esta manera, el concepto de subjetividad que implicaba la recepción del objeto artístico (que, recuerdo, era individual y no colectivo, como en este caso), aunque sí puede mantener la parte objetiva (la idea, que aunque es distinta de la idea de partida del arte romántico, responde a una lógica clara).
No quiero alargarme demasiado sobre conceptos que para muchos pueden resultar abstractos y creo que por hoy ya sería suficiente pero concluiré contando una anécdota que me ocurrió el pasado verano y que me llenó de felicidad. Mi prima (cuya formación es mínima, lo que en este caso puede ayudar a entender lo que pretendo explicar) vino a verme a Florencia y fuimos a los Uffici. Nos paramos delante de “El nacimiento de Venus”, de Botticelli, y, prácticamente, se le saltaban las lágrimas. No paraba de decir que era precioso, increíble, mágico,... Entonces yo le pregunté si es que nunca antes había visto el cuadro, aunque fuera en alguna publicidad o en algún libro. Me dijo que sí (como era de esperar, ¿quién no ha visto nunca una referencia a la Venus de Botticelli?), lo que me hizo confirmar qeu ella estaba experimentando lo que que se conoce como aura. El aura (para Durckeim), de manera muy resumida, vendría ser el alma de una obra de arte; eso que se experimenta cuando nos colocamos delante de un objeto y que (volviendo al principio) nos trasmite paz; la idea de que estamos ante algo único, auténtico, con posibilidad de ser copiado pero no de ser reproducido. Y es precisamente del aura de lo que carece los Productos Culturales. A ningún cuerdo se le saltarían las lágrimas mientras escucha un disco de Britney Spears o mientras ve una película de Jean Claude Van Dame (rozando el colmo de las exageraciones).
Cuando salió de los Uffizi, mi prima compró la lámina de “El nacimiento de Venus” a tamaño natural. Habría tirado abajo mi teoría, de no ser porque ella, desconociéndolo, no estaba comprándo una simpre lámina sino que compraba lo que ese cuadro, cuando estuvo delante de él, le había transmitido
Termino citando a Enrique Jardiel Poncela: “En arte, lo verdaderamente original repugna a las masas”.

Profanación


Muy acertadamente, Público abría ayer su edición con el siguiente titular “Cientos de miles de millones para salvar bancos... y cada día mueren 17.000 niños por falta de alimentos”.
El pasado lunes comenzó en Roma la convención de la FAO, en la que nuevamente un grupo de políticos con dudosas buenas voluntades intentaría ponerse de acuerdo para acabar con la hambruna del Tercer Mundo. Me resulta paradigmático que el responsable de abrir dicho encuentro fuera Ratzinger aunque, por supuesto, esto es una apreciación personal pero que, sin embargo, explicaré.
No sé cuánta gente sabe que en 2004 (cuando Joseph Ratzinger era aún cardenal) se encontró con uno de los grandes filósofos del siglo XX, Habermas, para debatir sobre el binomio razón-religión. Hace unos dos o tres años pude acceder a ambos discursos, recogidos en un libro (“Dialéctica de la Secularización”). Como no quiero alargarme demasiado (aunque la lectura, lo que recuerdo de ella, invita a hacerlo) entraré directamente a la parte en la que el hoy Papa defiende la religión cristiana frente a la democracia laica sostenida por Habermas.
En un momento de su intervención, Ratzinger lanza una pregunta al auditorio: “(...) si el terrorismo se nutre también de fanatismo religioso –y lo hace-, ¿es la religión fuerza de curación y de salvación, o no será más bien un poder arcaico y peligroso que construye falsos universalismos induciendo a la intolerancia y al error? ¿No debería de ponerse la religión bajo tutela de la razón y dentro de unos límites adecuados?”. “Naturalmente”, termina respondiendo. Por lo tanto, yo no puedo evitar preguntarme ¿no es la evolución el máximo exponente de la razón? La Iglesia y los cristianos dirán que no, porque a ellos cuando escuchan “psicología evolutiva” parece salírles un sarpullido. Aunque parezca paradigmático, Ratzinger se atreve a separar razón y ciencia, para evitar tener así que dar explicaciones sobre teorías que su Institución ha defendido durante años y que hoy, gracias al discernimiento, se han revelado falsas. Pero esto parece ser la ley del embudo: “para mí lo ancho y para ti lo estrecho”. Es decir, que cuando me conviene hablo de razón y cuando no, reniego de esta.
De acuerdo que la razón del hombre ha llevado, entre otras cosas, a la creación de la bomba atómica pero... ¿la religión no ha promovido el fanatísmo? No me apetece hacer un balance de muertos y calcular cuántas personas sucumbieron en la explosión, por ejemplo, de la bomba de Hiroshima. De la misma manera que tampoco cuantificaré las víctimas del terrorismo islámico, de la Inquisición, del Ulser, de los Balcanes, de Oriente Medio, el nacionalismo religioso Sij, el latente conflicto en el Tibet, el conflicto en India, entre Israel y Palestinos, étcetera, étcetera, étcetera. ¿Cuál es, entonces, la diferencia entre razón y religión? La más grande (según mi humilde opinión) es que el raciocinio permite un rango de acción que la religión siempre ha negado: la libertad, la posibilidad de elección. Porque mientras los racionalistas defendemos una democracia laicísta (que, según el Diccionario de la Lengua Española significa: “Doctrina que defiende la independencia del hombre o de la sociedad, y más particularmente del Estado, respecto a cualquier organización o confesión religiosa”), que implica necesariamente autonomía del hombre para decidir alejado de cualquier tipo de credo, la religión (para la RAE: “conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimietos de veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual y social y de prácticas rituales, principalmente la oración y el sacrificio para darle culto”) posiciona a un Ser Divino por encima de los hombres. Por lo tanto ¿cómo se puede pensar que la religión, cualquiera, podría salvaguardarnos de los conflictos (físicos, morales, éticos) si promueve una política jerárquica? Y, ante esto, es fácil de entender que mientras que los laicos defendamos el Derecho Positivo, los religionístas nos hablen de Derecho Natural. Hoy en día, como el mismo Ratzinger reconoce, ampararse en este tipo de Derecho es prácticamente una utopía. La mayor representación de éste serían los Derechos Humanos pero estamos habituados a comprobar que raramente se cumplen (si existieran verdaderamente los Derechos Humanos ¿por qué aún es necesaria una Cumbre Mundial contra el Hambre?).
El Papa dijo también en su discurso “no debe tener vigencia el derecho del más fuerte sino, más bien, la fuerza del derecho (...). La garantía de la participación en la formación del derecho y en la justa administración del poder es la razón esencial a favor de la democracia como la más adecuada de las formas de ordenamiento político”. ¡Exacto! Pero ¿entonces por qué la Iglesia no tolera la ley del aborto, se desespera ante una posible ley sobre la eutanasia, se posicionó en contra del matrimonio homosexual y se escandalizó en contra de la salida de la educación pública la asignatura de la religión? ¿Acaso esa gente afectada no forman parte de esa mayoría que tiene que formar el Derecho? ¿Acaso los Parlamentarios que aprueban las leyes no son elegidos democráticamente por la mayoría de los ciudadanos? Sí, claro que sí pero para los religiosos es difícil de reconocer la equiparación de los derechos y deberes que, les guste o no, deberían de afectar también a la Iglesia.
Termino recogiendo otra de las cuestiones que Ratzinger se planteó durante su debate con Habermas: “¿no deberían quizá circunscribirse recíprocamente la religión y la razón, mostrarse una a otra los respectivos límites y ayudarse a encontrar el camino?" Si de verdad el Papa lo cree así no entiendo por qué, hace ya algunos años, tuvo la desfachatez de ir a África y refutar el uso del preservativo. ¿Sabe Benedicto que el SIDA mata en África a más de 6000 personas al día? ¿6000 muertos al día no son una razón para profanar la religión?

martes, 17 de noviembre de 2009

Borja Thyssen


Mingote dijo de Madrid que “era como un mujer no demasiado guapa pero de ésas sin las que no se puede vivir”. En mi opinión es cierto, aunque si contabilizamos la belleza en arte creo que vamos bastante sobrados.
Todo el mundo sabe que Madrid posee, ordenado en su Triángulo del Arte, una de las colecciones más importantes y ricas de la Historia del Arte. El Reina Sofía, el Museo del Prado y, como último vértice de referencia, el Museo Thyssen.
Para mí, la colección de Villahermosa es una de las más interesantes y variadas, ya que se pueden encontrar obras (casi todo pinturas) que van desde el Gótico hasta el arte contemporáneo, con trabajos de Tom Wesselmann o Lucian Freud. He de reconocer que desde un punto de vista museológico las pinacotecas madrileñas gozan de una buena salud pero es especialmente destacable la presentación y estructura del museo Thyssen, donde está cuidado hasta el más mínimo detalle para que el visitante pase un rato agradable. El único contra que una más que aficionada al arte puede encontrar es el elevado precio de la entrada que, es probable, podría comenzar a subir. ¿Por qué tengo esta sospecha? Bien, los medios de comunicación han insinuado que Borja Thyssen está arruinado y que, por tanto, reclamará a su madre y a la Fundación que esta dirige (es decir, el Museo) su parte de la herencia.
La leyenda cuenta que un día llegó a la pinacoteca, sin ningún tipo de pacto con el Gobierno, dispuesto a llevarse al salón de su casa un cuadro de Goya y otro de Corrado Gianquito, que él considera suyos. Por supuesto, se fue con las manos vacías pero el hecho me resulta particularmente interesante. Los medios de comunicación dijeron que no pudo concluir la hazaña porque él no es heredero directo de la herencia del Barón, sino que es beneficiario, lo que significa que su patrimonio está, aún, agrupado en el de su madre. Sin embargo, lo que a mí personalmente me llama la atención es que este hombre (ignorante por naturaleza y, de hecho, durante varios años lo está demostrando) piense que puede un día levantarse y decir: ¡ala, cariño, me voy a por los cuadros! Sí, muy fuerte. Muy fuerte que nadie haya dicho en esta historia que el Gobierno pinta algo en esto del Patrimonio Cultural, y que en España (por suerte) la legislación dice que “cualquier obra de más de 100 años necesita de un pérmiso para moverse o en caso de salida del país”. Todo lo que se haga sin dicho certificado, se considera una falta grave que es castigada, llegando incluso a pena de cárcel que podría solicitar la fiscalía (que, en este caso, sería el Estado en nombre de todos los ciudadanos).
Porque Borja tiene que saber que su “herencia” no es una simple colección de cromos de la que puede disponer a su libre antojo para solucionar sus problemas (y los de su mujer) económicos actuales. Porque intuyo que este muchacho (cuya formación en arte me parece bastante dudosa) pretendía, luego, poner los cuadros a subasta y venderlos al mejor postor. Un Goya aseguraría el futuro a cualquiera pero, desde luego, aún desde la legalidad de su actividad, creo que no encontraría ningún postor en España para el lienzo. Por lo tanto, “Una mujer y dos niños junto a la fuente” estaría destinado a manso extranjeras. ¿Nos podemos permitir la emigración de obras de arte? A mí me parece que sería dar un paso hacía atrás, y mucho más teniendo en cuenta que el arte (y, sobre todo, ser poseedores de la colección más rica de Goya y Lucientes) es uno de los motivos del flujo turístico en Madrid. Por lo tanto, si Borjita se pone farruco, el Gobierno (digo yo) deberá de intervenir.
En cualquier caso, se debe decir también que, en cierta medida, yo también soy “copoprietaria” de esos goyas, de esos velázquez o de los grecos que lucen en nuestras pinacotecas. ¿Acaso nos olvidamos que dichos Museos (desde hace mucho, mucho tiempo) se subvencionan y mantienen a través de los impuestos de los madrileños? Si todo el mundo tuviera la misma osadía de Borja, se presentaría un día en el Museo del Prado junto a un operario de Legalitas reclamando la posesión (durante el tiempo correspondiente) de El Jardín de las Delicias.
Por suerte no todos tenemos la insolencia del patético Borja. No me extraña que su madre prefiera no hablar de él.... Por cierto, ¿este chico no ha pensado nunca en ponerse a trabajar? Venga, majete, ¡pico y pala!

domingo, 15 de noviembre de 2009

Libertad de explotación


Soy consciente de que mi blog puede ser una bomba de relojería aunque bueno, por suerte vivimos en un país donde nos respalda la libertad de expresión. Gracias a ella los pseudo periodistas de oficio (que no oficiosos) amparan sus opiniones en el “presunta y supuestamente”. Si hubiera sabido que es ahí donde reside la chicha del periodismo, donde está el quid de la cuestión, no habría perdido seis años entre la universidad y el master. Total, me habrían servido un par de tetas para sentarme en un plató y hablar con la misma naturalidad sobre planes presupuestarios usando los criterios que sirve para hablar también de Jesulín. Me habría quedado tan ancha y tan tranquila. Total, hoy más que nunca ha televisión se ha convertido en una caja tonta que únicamente sirve para retomar el modelo de manipulación del Imperio Romano. Sería algo así como el Coliseo del siglo XXI: “divirtamos al pueblo, para que así nosotros mientras podamos hacer lo que nos de la gana”. Pero el pueblo por una vez deberíamos de revelarnos y ser conscientes de lo que supone desnaturalizar un medio de comunicación. Teniendo en cuenta que casi el 75% de la población española utiliza la televisión como medio para conocer e informarse, es muy poco ético por nuestra parte seguir colocando en la cúspide de las cifras sobre audiencias programas feudales regidos por el analfabetismo del Presunta y el Supuesta.
Ya he dicho que este blog sin importancia pero claro, directo y, sobre todo, sincero, podría ser una olla express a punto de estallar. Y ojalá que estallara y me castigaran por decir lo que pienso de la misma manera que se excomulga de vez en cuando a la revista el Jueves. Para un periodista, desgraciadamente, resulta mucho más cuerdo pensar en un futuro carcelario que en un futuro profesional digno. De dicha frustración tienen mucha culpa nuestros ‘colegas’ que actualmente ocupan puestos decorosos pero que toleran compartir trabajo con individuos llegados a sus mesas por nepotismo y amiguismo. Ya que a nosotros los grandes empresarios no nos dan la oportunidad de dignificar nuestra profesión (o sí, cobrando 400 euros durante cinco o seis años), ellos si podrían (y deberían) inaugurar el camino con trayectoria hacia un periodismo serio. A lo mejor de esta manera los jóvenes no tendríamos que avergonzarnos de que en nuestra habitación estuviera colgado un título que pusiera “Licenciado en Periodismo” que, hoy por hoy, es casi lo mismo que estar licenciado en Filatería.

La misa del domingo


He decidido que todos los domingos hablaré de la Iglesia. Me parece justo y comprensible, teniendo en cuenta que la jornada dominical siempre ha sido el día del Señor (¿del Señor? ¿de qué Señor?). Aunque, según mi modesta opinión, en cuestiones de Iglesia sería mejor hablar de “señores”. Mucho más apropiado teniendo en cuenta lo gordos que están los obispos, los arzobispos y lo que venga después de estos. Aunque bueno, yo de ellos dedicaría el dinero que se sacan del cepillo para irme al Centro Menorca y hacerme un tratamiento de estética, ahora que salen en televisión para pedirnos dinero. Porque sí: en el mundo occidental tenemos la suerte de que nuestros líderes cristianos no piden compromiso, moral, generosidad, buena fe,…, todas esas cosas con las que en catequesis nos resumían a Dios. Nuestra Iglesia pide que tachemos su casilla en la Declaración de la Renta. Y su manera para convencernos es a través de la publicidad (que, siguiendo a Rafael Sánchez Ferlosio, ya sabemos que en la Sociedad de Producción es la estrategia más efectiva). Pero, yo me pregunto, ¿es cristiano que la Iglesia gaste su dinero en esas cosas? Me parece recordar que había gente en el Tercer Mundo muriéndose de hambre, incluso en Madrid hay gente que no tiene un sitio donde dormir… ¡No sé! Últimamente voy mal de memoria aunque, igual, es a Rouco Varela a quién le falla y no se acuerda que el Tribunal del Santo Oficio se abolió en 1834 por un Real Decreto que firmó la regente María Cristina. Y ¡menos mal! Sino el ateo de Zapatero y los más de once millones de españoles que lo votamos arderíamos en la hoguera. ¡Por herejes! ¡Por defender el Artículo 16 de la Constitución en el que dice que España es un país laico! Pero…. ¿qué estoy diciendo? ¿Estoy intentando insinuar que, por lo tanto, la religión es algo privado? Pues sí, y que después me castigue Dios si quiere y que den gracias porque no exprese en estas líneas lo que de verdad pienso que es la Iglesia.
Desde luego, mucha moralidad no tienen. Ni tampoco un mínimo de vergüenza. ¿Cómo se atreven a pedir dinero a los españoles teniendo en cuenta que son los amos de uno de los Estados más ricos del mundo? Pero, claro, en el Parlamento hay 153 representantes de Dios en la tierra que les ponen voz, y tienen la suerte de hacerlo con criterio, principios y valores. Bueno, mejor dicho, lo harían si no estuvieran tan preocupados por ganar las próximas elecciones. ¿Para qué necesitan ganar las Generales si ya se ganaron el cielo cuando protestaron en contra del aborto? “La manifestación más numerosa de la historia de España”, dijeron. Cada uno puede manifestarse a favor o en contra de lo que les de la gana; incluso yo soy libre de decir que me parece que predican bien y actúan mal. Porque si en algún momento el señor de las medallas que casó a los Príncipes y a la hija de Aznar con el honrado Alejandro Agag se hubiera subido al altar y en misa de cinco hubiera gritado: “no “matéis” a niños, ponerlos frente a las Iglesias, los Conventos y las Parroquias, que el reino de Dios es grande y se apiadará de ellos” me habría creído que lo que hay detrás de sus protestas, realmente, es una cuestión moral y no de crispación social. Pero en ningún momento fue así, lo que hace que me reafirme en la idea de que ellos serán los primeros en arder en el averno. ¡Por su doble moral! Que debería de ser pecado… Es que ya se sabe que donde hubo fuego, siempre quedan llamas.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Italia. Primera Parte


Durante el tiempo que pasé en Italia estuve sometida a grandes críticas. El hecho de ser mujer, que hiciera un Master mientras trabajaba y, encima, española es ya, de por sí, bastante complicado en un país sometido a régimen dictatorial. Sin embargo las críticas venían, sobre todo, a raíz de mi negativa a depilarme los brazos.

- Mirad –dije en mitad de una conversación entre amigos-, no creo que tenga tanto vello y, además, en España no es ningún problema que las mujeres no se depilen los brazos.

Me alegré de que en España cada vez más cosas dejasen de ser un problema, porque eso significaría que somos más tolerantes. Pero bueno, esto sería una afirmación bastante positivista por lo que mejor quedarse en la superficie y basarse en las comparaciones.
Comienzo alegrándome de que un bolso de Louis Vuiton no suponga el sentido de la vida de las españolas como lo es para las italianas; continúo alegrándome de que para nosotras la validez de la mujer no se demuestre únicamente si entras en unos pantalones de la 32; y termino alegrándome de que en España no tengamos a un líder como Berlusconi que nos represente.
No sé si todo el mundo pudo ver la respuesta que dio a Miguel Mora el pasado 10 de septiembre en rueda de prensa conjunta con Zapatero que demostró nuevamente tener lo que para la costrosa derecha de este país es motivo de burla: talante. En resumidas cuentas, el Cavaliere vino a responder a la sensata pregunta del periodista de El País de que las bailarinas, azafatas,…, que suelen rodearle no son más que futuras asesoras parlamentarias que estaban sometiéndose a un proceso de selección (vamos, una entrevista de trabajo) y que las prostitutas a las que se vio en topless en su casa de Cerdeña no eran putas, sino amigas de un amigo suyo, empresario de Bari, al que había invitado a su palacete unos días para discutir diversos asuntos; estas señoritas, para Silvio, eran una ‘agradable decoración’ en un encuentro entre hombres “que debían tratar asuntos importantes”. Además, para poner la guinda al pastel, decidió nominarse como el mejor presidente que había tenido Italia en los últimos 150 años. Si seguimos con los paragones, igual si se le mete a confrontación con Andreotti se produzca un empate técnico.
De lo que no cabe duda es que Berlusconi se lleva la victoria cuando se habla del político más corrupto (anteponiéndose, por poco, a algunos líderes del Partido Popular), el más impresentable, el más machista/misógino, el más mafioso y el más odioso de todos los presidentes europeos. Eso sí, los italianos pueden estar contentos de que, por lo menos, tienen el presidente más guapo (y esto, por favor, entiéndase desde la ironía) de toda la Comunidad, gracias a que buena parte de sus impuestos seguramente se destinarán a pagarle sus inyecciones capitales y de botox. Y, otra parte, para costearse las meretrices.
Sin embargo, a pesar de tener muy buenos amigos italianos, no me preocupa la situación que viven. Si le siguen votando, significa que es lo que quieren. Aunque, lógicamente, si me alarma como mujer el hecho de que este hombre se permita declarar en público que (y hago traducción literal) “para mí las mujeres se dividen en dos categorías: aquellas a las que se puede mirar y potencialmente usables, cuya inteligencia puede ser eventualmente opcional pero que no ofuscase su físico en cualquier caso, y todas las demás. Las no convencionalmente guapas y las ancianas son aceptables sólo si resultan adorables. Si no caerían sin más en el cajón de la inexistencia”.
Sabiendo lo que para Silvio supone ser la primera categoría, termino (por ahora) alegrándome de resultarle inexistente.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Tropezar 1000 veces en la misma piedra



No es que yo sea demasiado roja, sino que en España siguen quedando demasiados fachas.
Hoy sábado, me parecía apropiado levantarme tranquilamente, prepararme una buena taza de capuccino y disfrutarla mientras leía los periódicos. Estaba dispuesta a redactar algo sobre arte, literatura o música… en fin, ¡relajarme! Pero ver que en Madrid los centros privados superan ya a los públicos me ha puesto muy nerviosa.
Ayer la Confederación Española de Centros de Enseñanza (CECE) publicó una estadística en la que anunciaba las cifras que a mí más que preocupantes me parecen humillantes. Así que ¿mis impuestos, los de mis vecinos, los de mi fontanero, los de mi panadero,…, se dedican a pagar los colegios a los ricos? Como dije ayer, a este país y, sobre todo, a esta Comunidad le falta mucha decencia.
Que quede claro que no me sitúo en contra de la educación privada (quién quiera invertir ahí, que lo haga, como si quieren invertir en petróleo en Sudán) pero lo que no tolero es que sea el Estado quien promueva dicha inversión. Porque me parece que privado es antónimo a fondo público, y esta encuesta lo único que hace es agravar más una situación que yo ya temía desde hacía tiempo.
¿Qué es eso de subvencionar la educación? Bien, para los que no sepan muy bien de lo que va la historia, un centro subvencionado es aquel que recibe “ayudas” por parte de la Comunidad pero que es gestionado por un privado. De esta manera, como siempre, los beneficios vuelven a caer en Madrid en manos de los mismos.
Son estos colegios contra los que yo me posiciono: quien tenga dinero y se lo quiera gastar, que lleve a sus hijos a un centro privado y lo pague, pero que los impuestos públicos vayan a la educación pública, a mejorarla y no a marginarla. Esto parece ser la gran maría del Partido Popular, que parece todavía no entender lo que es el Estado del Bienestar.
Pero que los centros privados en Madrid superen el 50% frente al 30% estatal me parece un insulto para la opinión pública. Aunque bueno, ya dije en su día que para Esperanza Aguirre no somos más que apio, y esta noticia parece darme la razón. Ayer también la Presidenta de la Audiencia Nacional, María Emilia Casas, afirmaba en Getafe que había que reformar la Constitución porque se había quedado obsoleta. Creo que deberían de comenzar por revisar lo relativo a la gestión de las Comunidades Autónomas. Así nos evitaríamos que llegaran cuatro fascistas de turno a hacer las cosas a las que nos tienen acostumbrados al resolver los conflictos de competencias positivos y negativos. Y, bueno, igual muerto el perro se acabaría la rabia….

Reflexión sobre la (in)decencia


Ayer Peces-Barba (al que no hace falta decir que admiro) publicaba en El País que desde que llegara Zapatero al Gobierno hemos vivido “los años de convivencia, libre y democrática más largos y más fructíferos de nuestra historia, pero no son años exentos de peligros y de enemigos”. Horas después, Francisco Camps declaraba que a Ángel Luna –líder socialista en la Comunidad Valenciana – le encantaría “verle boca abajo tirado en una cuneta”. A este hombre, sin duda, los millones que ha robado a los valencianos le ha hecho perder la cabeza. Es más, minutos después (seguramente a imperativo de Rajoy, que parece ser que es el único que aún cree que su partido puede estabilizarse y comenzar de cero) tuvo que disculparse. Pero ¿de qué sirve tirar la piedra y esconder la mano? Aunque, bueno, Camps lleva escondiéndola bastante tiempo: desde que se metiera en el bolsillo de atrás el dinero de las arcas públicas.
Dicen que a los españoles nos caracteriza el ser una sociedad envidiosa pero, sin embargo, yo creo que lo que somos es más bien unos sinvergüenzas. La falta de apocamiento con la que últimamente profesan los miembros del Partido Popular hacen que me ruborice (y valga la redundancia) que ocupen un lugar en el Parlamento Democrático por el que mis antecesores lucharon allá por el decenio del setenta.
Pero parece ser que ante la corrupción, los ciudadanos no podemos hacer nada más que alarmarnos y gritar en las charlas de café que han perdido la cabeza, que son unos ladrones y … ¡poco más! Nos hemos hecho a la idea de que nos seguirán robando, que seguirán metiendo la mano en bolsa ajena y comprándose Infinitis con nuestro peculio. Será solamente en las generales cuando nosotros sentenciemos pero no creo que ese fuera la democracia de la que hablaba Plutarco. Es más, creo que le causaría rubor el pensar que actualmente estamos peor que los áticos en el siglo V a.C. Porque nos auto engañamos creyendo que la democracia representativa sea un sistema justo. Igual si dedicáramos dos horas menos en el centro comercial y nos limitáramos a tan sólo tres gin tonic los fines de semana, nos sobraría algo de tiempo para alzar la voz y decir: “eh, ¡esperad! Que aquí pasa algo raro…” Entonces, igual, pensábamos en luchar por lo que es nuestro, por lo que verdaderamente necesitamos. Y yo creo que en los tiempos que corren no es más que el reconocimiento a nuestro trabajo y sueldo, al que los peperos han perdido todo el respeto al malversar nuestros tributos. Pero eso, desgraciadamente, requiere un esfuerzo (parece ser que sobrehumano) para el que no estamos preparados. Una democracia activa (ya no digo directa, por miedo a caer en la utopía) en la que se escoltara aquello del otros vendrán que buenos me harán.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Sanidad Pública


La señorita Aguirre (que por sus modelitos deduzco que le gustaría que le llamaran así, al más estilo Anita Obregón) se ha dedicado en los últimos años a construir hospitales por todo su feudo. El fin, según ella misma dijo y según el sentido común de los madrileños, era desmasificar los principales centros hospitalarios de la capital, como pueden ser el 12 de Octubre, la Paz o el Gregorio Marañón. Poco después nos enteramos que los hospitales serían semi públicos y que en las acciones de Miss Aguirre no estaba escondida la tan buena voluntad de la que todos dudábamos desde el principio. Porque si ella hubiera pretendido mejorar la calidad sanitaria de la Comunidad Madrileña no habría aceptado proyectos hospitalarios con aparcamientos kilométricos y televisiones de plasma en cada sala de espera, y habría dedicado el presupuesto a la contratación de personal. Así, cuando los pacientes fuéramos a Urgencias por un dolor de muelas, por una infección renal, por una inflamación pancreática no tendríamos que esperar viendo la tele de plasma durante una hora y media, y podríamos irnos a ver Sálvame a casa. Sin embargo, a la Espe le importa poco lo que le pase al paciente y al madrileño.
Hacer dinero es lo único que le interesa a nuestra elegante Presidenta, gratificándolo no sólo con la ruina de estructura sanitaria con la que tenemos que lidiar cada día los enfermos, sino cuando se calza los tacones y se va al campo de batalla a pelear por el futuro de Caja Madrid. Aunque, bueno, esto es sólo la cima del iceberg. Y no nos queda más remedio que ESPErar a ver qué es lo que se hunde antes: si Barbie Presidenta o Madrid.