jueves, 4 de febrero de 2010

Tontos


No sé en qué momento se impuso el físico a la inteligencia; tampoco sé cuándo se decidió cambiar los centros comerciales por las antiguas calles gremiales; ni la relaciones virtuales sustituyeron las charlas de café. Tampoco sé cuando se decidió mezclar el vino con la Coca-Cola, cuando el éxtasis robó protagonismo a María o a la absenta, ni cuando las discotecas desmitificaron el ritual de “ir al cine”.
Me gustaría ser más optimista con este mundo que me ha tocado vivir pero, sin embargo, cada vez más no puedo evitar sucumbir ante los errores que la ambición y la superficialidad está creando en nuestra sociedad. Hemos llegado a un punto demasiado preocupante, pero parecemos no darnos cuenta porque lo máximo que hacemos es auto convencernos con propósitos de enmienda y un ‘amén’ cuando apreciamos las calamidades de los que, aparentemente, no son nuestros semejantes. Pero, yo me pregunto, ¿de qué sirve tanto golpe de ‘yo pecador’ si, en realidad, es tan sólo hipocresía? Lo que quiero decir es que estoy cansada de las palabras y de esas buenas intenciones. Si algo necesito realmente es un poco de autenticidad, y no que no sea imprescindible ser lo que no somos. Es la única manera de enfrentarse a los continuos problemas y sobrepasar los baches que día a día se nos ponen en el camino.
La cultura de la telebasura, de la economía a escala planetaria, de las tetas postizas y la minifalda como única tesis doctoral comienza a sobre pasar los límites de lo vulgar y lo obsceno para convertirse, esta vez en serio, en algo ofensivo.
Hemos llegado a un punto en que criticamos tanto los fallos como las posibles conclusiones, en el que nuestros amigos ‘feos’ jamás atravesarán la barrera de amigos, en el que el n.s/n.c de las rubias podría servir para ganar el 50x15, en el que nos parece normal que los galácticos cuesten más que las estrellas mientras que el Cuarto Mundo cada vez pasa más hambre. Pero, claro, como yo no puedo cambiar el mundo, ¿para qué molestarme? Es, una vez más, la pescadilla que se muerde la cola.
Creo que para muchos este discurso ya resultará repetitivo, pero una se va haciendo mayor y se para a pensar en lo que ha hecho bien y ha hecho mal hasta ahora. Y, por primera vez, he prometido que antes de culpar a los demás me culparé a mí misma: quizá sea culpa mía estar sola, quizá sea la culpable de que el calentamiento global aumente por segundos, de que las ayudas humanitarias no lleguen nunca, de que las amenazas y las alertas se tomen a cachondeo, de que las multinacionales facturen anualmente el doble del presupuesto con el que cuenta el continente africano. ¿Y qué se supone que puedo hacer al respecto? Puedo escribir este blog, alzando la voz para quejarme y decir que me parece una vergüenza pero… ¿después? Después volveré a las redes sociales a hablar sobre los planes del fin de semana, mañana me iré tres horas al gimnasio y, por la noche, quedaré con alguna amiga para tomar un Vozka-Lemon mientras escuchamos la banda sonora de una generación que no merece ser llamada generación. Luego aplazaré todas las lecturas que me gustaría concluir este año, lamentaré no haber ido a aquella exposición por haber estado demasiado ocupada en El Corte Inglés haciendo las compras de Navidad, y me excusaré por no sacar ni un minuto para llamar a esos amigos con los que estoy a punto de perder el contacto. Y así pasarán los años de la misma manera que lo han hecho hasta ahora. Hasta que no me quede más remedio que yo fui una más; que yo también pasé, como todos los que conozco, por el mundo de puntillas sin preocuparme por otra cosa que no sea el contemplarme el ombligo.
Hoy no soy capaz de mirarme al espejo. Aunque, como se suele decir: “mal de muchos consuelo de tontos”.

2 comentarios:

  1. Amén. Y ahora me voy a la cama, ke se me ha hecho pelín tarde. RPS.

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  2. Pues sí, escribir esto en un blog es poco más que limpiarse la conciencia al estilo occidental. Pero tenemos opio, así que todo va bien. Caldo hay, solo falta que se acabe el opio.

    Me gusta tu blog, aunque alguna entrada no me guste. Y sabes a cuál me refiero, jajaja.

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