lunes, 22 de febrero de 2010
La necesidad de la utopía
El otro día me encontré realizando un comentario sobre la utopía nacido de las entrañas de un libro de Sartori. No sé si la conclusión a la que llegué es la correcta pero, sin embargo, me parece que seguir creyendo en la contrucción de imposibles resulta un ejercicio plenamente placentero. Eso sí, reconozco que no por ello exento de inconformidad y, quizá, algo de inmadurez pero que, en cualquier caso, opino sea necesario para sobrevivir en un mundo cargado de banalidad.
Sé que lo fácil es posicionarse al otro lado; atravesar la línea la línea de lo real y dejarse llevar por lo indiscutible y lo práctico pero casi nunca tengo fuerzas para luchar en contra de lo que soy. ¡Qué pena, eh! Seguramente sea porque me apasiona Dalí, y porque mis novelas preferidas las firman escritores sudamericanos.
Volviendo al tema, intentaré justificar por qué creo que es necesario la persecución de ideales aunque nos acusen de románticos.
Comparto con Sartori la idea de que la utopía podría traducirse como contemplación, pero añadiría también el acto de reflexión. El hecho de crear “ciudades ideales”, siguiendo a Marx, implica no sólo la idea utópica de materializar un estado que para él era ideal sino, también, la representación de que es viable un posible cambio en el sistema de organización social.
Sartre persiguió durante toda su teoría la idea de que el hombre está condenado a elegir. Sin embargo, el exceso de realismo nos podría impedir este acto de elección si aceptamos que la estructura política impuesta es la correcta y la única posible. Por lo tanto, la reflexión sobre el ideal de las cosas es lo que debiera llevarnos al cambio y a la apertura de un abanico de posibilidades que aumentarían la calidad en la convivencia social.
Creo que las revoluciones románticas, como la Primavera de Praga o el Mayo Francés, se han sustentado sobre esta motivación de ampliar las opciones de los individuos más aún que el hecho de convencer sobre cuál es o no la tendencia política correcta.
Breton dijo: “la imaginación no es un don, sino el objeto de conquista por excelencia”, y los revolucionarios del 68 lo tomaron como eslogan. Realmente, por todo esto, creo que la utopía es necesaria en la política y lo social, a pesar de que muchas veces su falta de pragmatismo la relegue a la escena de lo absurdo.
No creo que existan estados ideales, pero si confío en que la imaginación (llámese también utopía o absurdo) puede llevarnos al cambio, a la evolución y la mejora de los ciudadanos. Y es ahí donde la política, en mi opinión, tendría su rol principal.
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