jueves, 25 de febrero de 2010
No es por ti, es por el fútbol
Tan sólo una pequeña línea separa el universo femenino del masculino. Si ellos la atravesaran se encontrarían con un espacio cargado con toneladas de zapatos y vestidos, con cenas en una playa griega, con millones de perfumes, con un montón de pelis románticas y canciones de amor. Sin embargo, cuando somos nosotras las que cruzamos esa delicada línea lo que se nos abre es tan solo una cosa: el maravilloso mundo del fútbol. Con todo lo que eso conlleva: chándal, amigos, botellines y expresiones como “¡métela!” o “¡corre, corre que llegas!”
Para los hombres, hay tres momentos claves que les definen como tal: su primer cubata, su primera chica y la primera camiseta de su equipo. La foto con la equipación, con el balón en la mano y más repeinados que el día de su Comunión es como el bautismo en algo que marcará sus vidas. Y lo hará hasta tal punto de convertirles en seres completamente alienados que piensan y se planifican según el calendario oficial de fútbol. De hecho, tanto es así que, después de cuatro meses, aún no he podido presentar a mi novio a mis amigas. “Mira, tesoro, los fines de semana hay Liga, los martes y miércoles Champion… ¡estoy muy liaó!” “Bueno, dije yo, siempre podemos quedar el jueves…” A lo que él respondió: “no, no… déjate que el jueves hay UEFA”. Claro, ¡UEFA! Unión de Estúpidos Faltos de Aptitudes.
Pero lo que me consuela es que no soy la única que de vez en cuando querría tirarse de los pelos ante ese tipo de comportamientos. Una amiga me contó que un día su novio le cogió la mano y le dijo: “sólo cambiaría este momento por una final del Mundial España-Italia”. A esta chica los ojos se le abrieron como platos, lo que él debió de interpretar como emoción ya que la confesó que la habría llevado al motel del km 23 de la A4 si el Atleti aquella noche no hubiese jugado en casa.
Algo que he descubierto hace relativamente poco tiempo es que para los hombres no existe únicamente el partido, sino que además existe el previo y el día después. Es decir: necesitan tiempo para analizar las alineaciones, para valorar posibles jugadas, cuál sería la delantera perfecta y estudiarse los posibles cambios. Teniendo en cuenta tanta capacidad reflexiva no podemos sino preguntarnos por qué luego se ponen tan nerviosos cuando les pedimos opinión sobre cómo nos quedan unos pantalones. ¿Cómo son capaces de acordarse de quién era el portero del Barça en la temporada 95-96 y no recordar el día de tu cumpleaños? Pero, lo peor de todo, es que si esto se lo dices a ellos son capaces de ofenderse y responderte que para las fechas son muy malos.
Sin embargo, en toda relación existe un momento decisivo en el que le sueltas “o el fútbol o yo”. Él te mira recordando aquel gol por la banda o aquel penalti en la prórroga y, con la boca pequeña, te dice: “tú, cariño”. Y para celebrarlo sales esa misma noche a cenar pero te das cuenta de que, casualmente, a partir de las ocho y media de la noche le empieza una incontinencia renal nunca antes conocida y que cuando viene del baño lo hace frotándose las manos y con una sonrisa de oreja a oreja. “¿Qué me decías, amor mío?”
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