sábado, 20 de febrero de 2010
Indecisiones y posibles caprichos
Si en determinados momentos parásemos el tiempo y nos pusiésemos a valorar, nos daríamos cuenta de que somos felices. Seguramente aquel segundo es el que has soñado tu vida, el que recreabas de pequeña con tus amigas y en el que pensabas antes de meterte en la cama. Sin embargo, por una extraña razón desconocida del ser humano, una parte de nosotros nos hace tirar para delante, fingir como que no pasa nada y transcurrir con nuestras vidas como si aquello no fuese más que una anécdota. Una anécdota o un secreto que no se cuenta ni siquiera a la almohada, por miedo a que también esta te diga que tienes todo lo que siempre habías querido.
Pero, por fortuna, siempre hay gente alrededor que te mira directamente a los ojos, te aprieta fuerte del brazo y te dice: “no lo estropees”. ¿Qué no lo estropee? Me pregunto yo…: “¡Si yo soy una experta en estropearlo todo!” Y es que realmente es así. No creo que yo sea lo ideal en algo, que sea eso a lo que alguien aspira. Y reconozco mis defectos casi tanto como puedo reconocer que alguien tiene los ojos claros u oscuros pero, a pesar de todo, tampoco eso me hace actuar tal y como debo.
Siempre me ronda la duda del estar equivocándome, del estar poniendo toda la carne en el asador y… ¿para qué? Al fin y al cabo hay cosas que nos marcan, de las que sí que no podemos desprendernos y que, de alguna manera u otra, te cambian hasta el punto de volverte en una estúpida caprichosa por miedo a sufrir. Pero alguien ya dijo que el sufrimiento es una carta más en la baraja del paso del tiempo, y que no siempre te elimina del juego aunque, inevitablemente, hay que reconocer que asusta el hecho de sufrir.
En cualquier caso, necesitaba esta reflexión casi más de lo que necesito ahora mismo un vaso de agua.
Y me gusta que nadie sepa de lo que hablo. Excepto vosotras, que la habéis inspirado.
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